Desde sus independencias, en el aire había una promesa sobre un nuevo destino, un futuro prometedor, sociedades ricas y plurales que podían recoger las virtudes del hispanismo y las diversas tradiciones amerindias para crear una nueva identidad. América Latina le llamaron los franceses. La realidad fue otra. Entre caudillos, criollos corruptos y masas analfabetas, América Latina ha pasado por cada modelo económico habido y por haber y sigue siendo pobre. ¿Qué ha pasado? Sólo algunos avisos de desarrollo, como la Argentina del siglo XIX y en algún momento México durante el porfiriato, en medio del estancamiento y pobreza generalizada.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, las economías del mundo crecieron como nunca antes. El llamado “milagro mexicano” en este país es parte de un contexto global de crecimiento y desarrollo sin precedentes. Al mismo tiempo, diversos países latinoamericanos se disputaban entre la dictadura y la vida democrática, con un triste balance hacia la primera opción. Tal fue el caso de países como Brasil, Argentina, Chile, Paraguay… en fin. Hasta la valiente, soberana, independiente y digna Cuba cayó en los brazos de la dictadura que sigue hasta el día de hoy. La democracia llegó –es un decir- al subcontinente denominado por algunos “letrinoamérica”, no así el desarrollo. Chile puede ser una honrosa excepción aunque se queda en eso, una excepción.
A diferencia de América Latina hay otras regiones del mundo que se desarrollaron de manera vertiginosa. Tal es el caso de los “tigres asiáticos” y de algunos países europeos como Irlanda y España, casi todos ellos en algún momento más pobres que el propio México. El modelo económico puede ser parecido sin embargo es distinto. A pesar de ello sí hay factores comunes en los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo y eliminación de la pobreza. Si bien todos tienen mercados activos, esto es más una consecuencia que una causa, por lo que tenemos que regresar a las razones de ello para entender qué hicieron estas naciones y qué han dejado de hacer desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.
Puede parecer un cliché y en cierta manera lo es, sin embargo llegamos a lo mismo de siempre: educación, tecnología, políticas públicas sensatas. Al parecer carecemos de esto de principio a fin. No sólo tenemos uno de los niveles educativos más bajos del mundo, sino que la inversión en tecnología –con la honrosa excepción de Brasil- es cercana a nada. Con clases oligárquicas rancias, un pueblo empobrecido y una clase trabajadora poco preparada debido a los paupérrimos sistemas educativos, el futuro no parece ser tan halagador. Sin embargo la historia nos ha enseñado que en peores circunstancias existen casos de éxito.
Ante el desencanto de la democracia el populismo resurge, señalan escandalizados algunos. Siendo honestos realmente nunca se fue. Si bien los populistas posmodernos y bolivarianos son la novedad, así como ciertamente hay motivos de peso para que algunos se sientan alarmados por ello, el populismo de derechas y teóricamente liberalizador de los ochentas y noventas fue una mala broma pagada muy cara. La promesa de crecimiento y de estar a la vuelta de la esquina del ‘primer mundo’ se quedó en eso, en una promesa. “Capitalismo de compadrazgos” se le llama. Irónicamente y ante el espanto de algunos, tanto Corea del Sur con el chaebol como Japón y su keiretsu lo practicaron. Ya no se trata solamente de encontrar el modelo ideal, aquél que combine todo lo que quisiéramos ser y que remueva por antonomasia lo nos desagrada de nosotros mismos. Hay que hacer una reconversión total desde abajo de lo que implica ser un ciudadano y dejar de lado la idea romántica del panamericanismo inter-latino soberano y buscar integrarse al mundo. Regresaríamos al tema de la educación y democracia, pero a estas alturas parece ser más una propuesta teórica que una forma de hacer las cosas.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, las economías del mundo crecieron como nunca antes. El llamado “milagro mexicano” en este país es parte de un contexto global de crecimiento y desarrollo sin precedentes. Al mismo tiempo, diversos países latinoamericanos se disputaban entre la dictadura y la vida democrática, con un triste balance hacia la primera opción. Tal fue el caso de países como Brasil, Argentina, Chile, Paraguay… en fin. Hasta la valiente, soberana, independiente y digna Cuba cayó en los brazos de la dictadura que sigue hasta el día de hoy. La democracia llegó –es un decir- al subcontinente denominado por algunos “letrinoamérica”, no así el desarrollo. Chile puede ser una honrosa excepción aunque se queda en eso, una excepción.
A diferencia de América Latina hay otras regiones del mundo que se desarrollaron de manera vertiginosa. Tal es el caso de los “tigres asiáticos” y de algunos países europeos como Irlanda y España, casi todos ellos en algún momento más pobres que el propio México. El modelo económico puede ser parecido sin embargo es distinto. A pesar de ello sí hay factores comunes en los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo y eliminación de la pobreza. Si bien todos tienen mercados activos, esto es más una consecuencia que una causa, por lo que tenemos que regresar a las razones de ello para entender qué hicieron estas naciones y qué han dejado de hacer desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.
Puede parecer un cliché y en cierta manera lo es, sin embargo llegamos a lo mismo de siempre: educación, tecnología, políticas públicas sensatas. Al parecer carecemos de esto de principio a fin. No sólo tenemos uno de los niveles educativos más bajos del mundo, sino que la inversión en tecnología –con la honrosa excepción de Brasil- es cercana a nada. Con clases oligárquicas rancias, un pueblo empobrecido y una clase trabajadora poco preparada debido a los paupérrimos sistemas educativos, el futuro no parece ser tan halagador. Sin embargo la historia nos ha enseñado que en peores circunstancias existen casos de éxito.
Ante el desencanto de la democracia el populismo resurge, señalan escandalizados algunos. Siendo honestos realmente nunca se fue. Si bien los populistas posmodernos y bolivarianos son la novedad, así como ciertamente hay motivos de peso para que algunos se sientan alarmados por ello, el populismo de derechas y teóricamente liberalizador de los ochentas y noventas fue una mala broma pagada muy cara. La promesa de crecimiento y de estar a la vuelta de la esquina del ‘primer mundo’ se quedó en eso, en una promesa. “Capitalismo de compadrazgos” se le llama. Irónicamente y ante el espanto de algunos, tanto Corea del Sur con el chaebol como Japón y su keiretsu lo practicaron. Ya no se trata solamente de encontrar el modelo ideal, aquél que combine todo lo que quisiéramos ser y que remueva por antonomasia lo nos desagrada de nosotros mismos. Hay que hacer una reconversión total desde abajo de lo que implica ser un ciudadano y dejar de lado la idea romántica del panamericanismo inter-latino soberano y buscar integrarse al mundo. Regresaríamos al tema de la educación y democracia, pero a estas alturas parece ser más una propuesta teórica que una forma de hacer las cosas.
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