Nos encontramos ya a la mitad del 2009. Escribo esto a unos días de las elecciones y como siempre, los mismos temas salen a relucir: seguridad, empleo, desarrollo, es decir, de todo un poco. Sin embargo ya nos habíamos malacostumbrado a ser simplemente pobres y tener crecimientos raquíticos mientras el resto avanza. Ahora el problema es que ya no tendremos esa mediocre estabilidad y la economía promete caerse en un 8% aproximadamente de acuerdo a cálculos de instituciones como Parisbas. Ante la pregunta de qué estamos haciendo al respecto, la respuesta es simple: nada. Sólo se especula para después anunciar, como se ha venido haciendo, que la “crisis viene desde afuera”.
No sólo se caerá la economía sino que los ingresos del gobierno también se están viendo seriamente afectados. Los ingresos petroleros han bajado más de la mitad (61% menos que el año anterior), se exporta la cuarta parte menos y la inversión extranjera directa ha disminuido en un poco más de la tercera parte (36%) en el primer trimestre respecto al mismo periodo del año anterior (cifras proporcionadas por mi amigo Federico Martínez que están a la disposición de todos con tan solo dar un googleazo). Si bien las remesas con el tipo de cambio no caerán tanto en términos reales, es probablemente el único de todos los ingresos de México que puede decirse que beneficia directamente a algunas de las comunidades más pobres del país.
Ahora regresa un tema ya discutido que se volvió tabú en el pasado: el IVA en alimentos en medicinas. Ante la ya sabida negligencia del aparato de Estado por recortar sus gastos (Felipe Calderón nos dio atole con el dedo con lo del “trámite más engorroso” para después decir que el ganador era sumamente necesario y no se puede eliminar) tanto en el gasto público corriente -incluyendo sus choferes, celulares, el próximo bono navideño y las secretarias de las secretarias- como en los onerosos programas sociales y el gasto burocrático que conllevan, sumado a la evidente inutilidad en tener un sistema tributario que cumpla sus funciones más elementales, el tema del IVA generalizado resurge como “colchón” del estado.
En principio no queda más que estar de acuerdo con la idea. Casi todos los países civilizados cobran IVA en alimentos y medicinas, es una medida en la que todos pagan y que ciertamente ayudaría a aumentar los ingresos por impuestos en una economía que está al borde del precipicio. Sin embargo no sobra decirnos en qué y cómo se podría hacer ese gasto y si seguirá funcionando el impuesto más confiscatorio y francamente estúpido que ha salido en tiempos recientes que es el IETU, el cual funciona en economías ricas, sólidas y en crecimiento, no en países cuya meta es decrecer “sólo” en un 5.6%.
A pesar de todo ello, veo complicado que pueda pasar una reforma fiscal que incluya el IVA en alimentos y medicinas. El tema ya se tomó como bandera de “resistencia” de grupos más demagogos que racionales, de populistas y dinosaurios y de las ya tradicionales corporaciones civiles que tanto daño hacen. Si bien es por demás sensata, creo que no estaría de más que el gobierno vendiera esa idea (y buscara la aprobación social antes de la aprobación legislativa para así presionar a la oposición, representada por el PRI y PRD, que de otra forma no aceptará jamás la medida) mediante una reforma interna del gasto público para adelgazar a un oneroso y rico gobierno en un desgraciado y pobre pueblo. De otra forma ni a mí me convencen que el dinero recaudado serviría para una causa menos corriente que sustentar el gasto, precisamente el corriente.
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