País más pobre de todo el hemisferio occidental. Nación violenta. Un país africano en pleno Caribe ocupa la primera plana de todos los diarios del mundo. El desastre se hace presente y el mundo parece apenas enterarse que rodeada de paraísos vacacionales se encuentra una nación que ahora paga el caro precio de su pobreza, corrupción y desorganización, pero que esto es sólo la gota que debió de derramar el vaso.
Invadida en múltiples ocasiones y nacida tras una turbulenta y sangrienta revolución esclava (un raro caso en la historia donde una rebelión esclava consigue su emancipación), la nación haitiana ha tenido serios problemas a lo largo de toda su vida independiente. La promesa de “libertad, igualdad y fraternidad” de la Revolución francesa no estaba pensada para los negros, mucho menos si estos eran tus esclavos. Ahora, más de 200 años después de su independencia de la creación de la primera república de negros parece que nos cae el veinte que lo que acaba de ocurrir es en parte uno de los inexplicables caprichos de la naturaleza, pero sobre todo, una consecuencia de la pobreza extrema que corroe a la gente del legendario Toussaint L’Ouverture.
Ahora los medios funcionan de una manera completamente distinta. Nos enteramos de las noticias al instante y difícilmente la información puede ser guardada. De tal forma nos llegan imágenes desconsoladoras que tal vez preferíamos no haber visto pero que de igual forma ahí están y son parte de la realidad haitiana. Asimismo, se busca que nos organicemos para enviar ayuda, se crean conciertos de artistas comprometidos y hasta hubo un Teletón para Haití. Todo esto está muy bien, pero queda una interrogante: ¿qué pasará con Haití una vez “termine” todo esto?
Si bien los albos y sus simpatizantes podrían pegar el grito en el cielo (entiéndase a los “albos” como los miembros del ALBA: Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y demás perlas neobolivarianas), lo mejor para Haití es que se lleve a cabo un proceso de reconstrucción a largo plazo bajo la bandera de una coalición internacional de países y una presencia militar de EEUU. En apenas cuestión de horas, los americanos enviaron 10 mil efectivos a Haití. Es el único país que tiene la infraestructura militar para llevar a cabo funciones de seguridad en esa isla. La intervención militar de un país en otro no siempre es negativa. Cuántos en su momento no protestaron por la no intervención en Ruanda o en Cambodia, donde la población civil era sistemáticamente masacrada por grupos que se hacen del poder. La tradicional inestabilidad haitiana ahora se magnifica a niveles insospechados y la comunidad internacional no se puede quedar cruzada de brazos esperando a que los haitianos organicen un estadio moderadamente eficiente al menos para estándares latinoamericanos (su estándar es subsahariano).
1 comment:
Es muy triste por lo que esta pasando este pais sobre todo que es muy pobres ayudemos
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