Estamos a poco tiempo de que sean las elecciones para gobernador en el estado de Baja California. Como todos saben, este cuento es de dos: Osuna Millán y Jorge Hank. Más allá de la contaminación visual de la que es rehén el estado (y hasta otros estados, hay publicidad electoral del PRI en San Luis Río Colorado, Sonora), las propuestas sensatas han brillado por su ausencia. Desde el expropiar "tienditas" y utilizar ese dinero en útiles escolares (quién puede rechazar tan noble intento) hasta transformar a Baja California al nivel de California y volver a Rosarito la nueva Marsella, el electorado ha ido saturándose de las vaciladas de los dos candidatos, donde al parecer la única virtud será el no ser un reconocido gángster.
Pero de cualquier manera, no queda más que de una: ya los dos fueron alcaldes, ya sabemos cómo trabajan, ya sabemos qué harán, sólo que en lugar de hacerlo a nivel municipal, será a nivel estatal; ahí que cada quien vea cómo trabajó uno y cómo trabajó otro, de ahí que saquen sus propias conclusiones. Con propuestas tan débiles, candidatos mediocres o con recursos de dudosa procedencia, a mí me sigue sorprendiendo que votemos alrededor del 40% del padrón electoral, cifra que por lógica debería ser más cercana a cero.
Pero de cualquier manera, no queda más que de una: ya los dos fueron alcaldes, ya sabemos cómo trabajan, ya sabemos qué harán, sólo que en lugar de hacerlo a nivel municipal, será a nivel estatal; ahí que cada quien vea cómo trabajó uno y cómo trabajó otro, de ahí que saquen sus propias conclusiones. Con propuestas tan débiles, candidatos mediocres o con recursos de dudosa procedencia, a mí me sigue sorprendiendo que votemos alrededor del 40% del padrón electoral, cifra que por lógica debería ser más cercana a cero.