Usualmente escuchamos hablar una y otra vez sobre cómo se tienen que modernizar los aparatos policiacos para combatir la violencia y la inseguridad. También escuchamos sobre la necesidad de aumentar presupuestos en las fuerzas, coordinación, tecnología, etc. Puede que sí, puede que no. Pero no vamos a hablar de eso. De lo que voy a tratar el día de hoy es del legítimo derecho de defensa que tenemos los seres humanos. Escribo este post ya que me llamó la atención escuchar a Héctor Aguilar Camín decir como algo obvio que no permite una réplica que "el estado debe de tener el monopolio de la violencia legal". Pero me pregunto, ¿entonces tendríamos que dejar fuera el derecho que tenemos de defendernos? ¿Tenemos que confiar ciégamente en el Estado para defender nuestras vidas, nuestra propiedad o nuestra libertad? ¿Si un ladrón se mete a mi casa y trae un arma, cometería un delito si le disparo?
La ciudadanía siempre ha querido participar en contra de la inseguridad. Ultimamente han habido diversas marchas multitudinarias a lo largo de toda el país, donde se manifiesta el repudio hacia el crimen. ¿Pero en verdad creen que sus marchas sirven de algo? ¿Por qué somos tan tibios en cuanto a nuestras libertades y a nuestros derechos? Los ciudadanos no podemos esperar a que un policía corrupto esté cada 15 metros parado en las calles. De que haya una patrulla cada cuadra circulando 24 hrs al día. Los ciudadanos nos tenemos que armar.
No hay que confundir tomar la justicia en nuestras propias manos con el legítimo derecho a la defensa personal. Es completamente distinto. El primero sí está resevado al estado, el segundo no. La Constitución Mexicana garantiza a los ciudadanos el derecho a tener armas en el artículo 10:
“Los habitantes de los Estados Unidos Mexicanos tienen derecho a poseer armas en su domicilio, para su seguridad y legítima defensa, con excepción de las prohibidas por la ley federal y de las reservadas para el uso exclusivo del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Guardia Nacional. La ley federal determinará los casos, condiciones, requisitos y lugares en que se podrá autorizar a los habitantes la portación de armas”.
Pero citando a David Kopel:
Tanto en México como en los Estados Unidos, el año de revuelta de 1968 llevó a nuevas restricciones importantes en la posesión de armas de fuego. Antes, los rifles y las pistolas de muchos tipos estaban disponibles libremente. Los movimientos estudiantiles, sin embargo, infundió el miedo al gobierno, para que clausurara las tiendas de armas de fuego y mandara a registrar todas las armas. El cumplimiento con el registro ha sido muy bajo.
Hoy, sin importar el derecho constitucional, tener armas en México está restringido severamente por una amplia gama de leyes. El Artículo 160 de Código Penal Federal autoriza a los empleados del gobierno que porten armas. El Artículo 161 requiere un licencia para portar o para vender pistolas. El Artículo 162 prevé castigos para violaciones y también prohíbe almacenar armas sin autorización. El Artículo 163 dice que las pistolas se pueden vender sólo en establecimientos mercantiles y no por individuos. Más, los solicitantes para permisos de portar armas deben pagar un seguro, deben establecer su necesidad y deben proporcionar cinco referencias de buena conducta.
Las leyes más importantes de armas están en la Ley federal de armas de fuego y explosivos. Establece un Registro Federal de Armas, bajo el control de la Secretaría de la Defensa Nacional. Tanto el gobierno federal como los estatales están obligados de realizar campañas de información pública para abatir la posesión y portación de armas en cualquier forma. Sólo se permite la publicidad relacionada con el deporte.
El Título Segundo de la Ley federal de armas de fuego permite la posesión y portación de pistolas de calibre de .380 o menos, aunque se excluyen algunos calibres, notablemente el .357 Magnum y el 9mm Parabellum.
Los ejidatarios, comuneros y jornaleros del campo pueden poseer y portar una arma de las ya mencionadas, rifles calibre .22 y las escopetas, con tal de que se queden fuera de las zonas urbanas y de que obtengan un permiso.
Cazadores y deportistas pueden obtener permisos para las armas ya mencionadas, así como rifles con poder más alto. Hay mucha variedad de excepciones para armas específicos, que se enumeran en el tomo de la Library of Congress citado al final de este artículo. Se permiten las colecciones de armas, con el permiso y registro correspondiente. Tener armas de fuego para la defensa personal del hogar se permite legalmente. Todas las armas de fuego se deben registrar con la Secretaría de la Defensa Nacional dentro de los treinta días de su adquisición. Los titulares de los permisos sólo pueden comprar los cartuchos para el arma de la calibre de que tengan el permiso.
En la práctica, tener armas de fuego más grandes de las de calibre .22 está muy restringido. Como es el caso con lo demás del sistema de justicia mexicano, la corrupción es un elemento importante dentro del sistema de permisos de armas de fuego.
Como vemos es sí, pero no. Definitivamente las leyes le dan predilección hacia los asaltantes y criminales que a los ciudadanos respetuosos de la ley, ya que los primeros siempre van a poder conseguir armas de fuego, mientras que los segundos preferirán no hacerlo, ya que pueden violar la ley. En el documental que hace Michael Moore llamado Bowling for Columbine, Moore nos dice de los peligros que existen con la existencia de muchas armas de fuego en un país. Al menos esa era su hipótesis. Pero siguiendo su investigación, cuando visita Canadá, se da cuenta de que ese no es el problema. Hipócritamente Moore sigue aferrado a su hipótesis, inclusive después de comprobar que estaba equivocada.
Actualmente se tienen estudios que indican que sí se puede encontrar una relación directa en la posesión de armas de fuego y la violencia, pero no como lo planteaba Moore sino al revés. En los estados donde existe un control más grande sobre la posesión de armas es donde la criminalidad es mayor, contrastando con el bajo índice de criminalidad en los lugares donde no. Es puro sentido común: si un ladrón sabe que un hogar tiene alta probabilidad de tener armas de fuego dentro, es probable que lo piense dos veces antes de entrar. Es como si entráramos a un salón donde sabemos que varios están armados difícilmente vamos a buscar problemas con alguien, independientemente si son más pequeños o más débiles que nosotros.
Esto me trae a la mente una de las réplicas más comunes: "pero entonces vamos a regresar al salvaje Oeste". La respuesta es: ¿por qué no? El mítico Oeste norteamericano era un lugar mucho más pacífico del que creemos. La gente después de un crimen (de los pocos que había) se juntaba y tenía las facultades para capturar al maleante. Si sabes que alguien te puede
meter un tiro es poco probable que te quieras meter en problemas con él; así funcionaba el viejo Oeste. Joyce Lee Malcom en su libro
Guns and Violence: The English Experiment explica cómo en Inglaterra el índice de criminalidad fue bastante bajo mientras se tuvieron pocos o nulos controles en la portación y posesión de armas de fuego. Por otro lado, explica cómo ese índice ha aumentando progresivamente desde que se empezaron a aplicar leyes y controles sobre las mismas.
Un derecho que no se puede defender pierde su intrínseco valor. Claro que el Estado juega su papel en la administración de justicia y en la protección del ciudadano. Pero por lo regular su papel es sólo en la aplicación de la ley, osea ya una vez que el crimen fue llevado a cabo. Es responsabilidad nuestra defender nuestras vidas y las de nuestras familias, así como nuestro patrimonio. Han existido varias ocasiones en la historia donde se han aplicado rígidos controles en la portación de armas de fuego o hasta espadas en ocasiones. Desde el Japón de los
samurai, pasando por la Rusia estalinista, la Alemania de Hitler o la China comunista. En todos estos casos el sometimiento a la población fue casi total, con los resultados que ya conocemos. Claro, la gente estaba desarmada y con ésto, completamente desprotegida. En el México de hoy afortunadamente no vivimos en una dictadura o en una tiranía de ese tipo, pero sí seguimos siendo sometidos por otro mal: la inseguridad.
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